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Por Elias Rodríguez
Febrero es el Mes de Historia Nacional Afroamericana y he estado reflexionando sobre mi singular herencia mixta como nuyoriqueña. Antes de mudarse a la ciudad de Nueva York, mis antepasados ambos nacieron en la isla caribeña de Puerto Rico o Borinquén, como los indígenas denominaban originalmente a la isla. Aunque nací en la Gran Manzana, no fue hasta que viví en Río Grande, Puerto Rico, que descubrí la gran diversidad de colores, formas, sombras y texturas de cabello de mi familia extendida y primos. De ébano a marfil de ojos marrones hasta ojos verdes, la mezcla genética de mi familia fue a la vez maravillosa y fascinante de observar. De hecho, los puertorriqueños se benefician de la un sancocho (mezcla) de sangre africana, española y taína. Cuando los conquistadores españoles llegaron, se encontraron con taínos amistosos de la isla que hablaban arawak, la lengua nativa más conocida de todos los nativos de América del Sur y el Caribe en esa época. Con el paso de las generaciones, las gentes se mezclaron y una progenie prodigiosa fue concebida.
Mis tías, tíos y abuelos eran de piel clara, de piel oscura y de alguna tonalidad de tez intermedia. Eran igualmente amados y siempre les pedía la Bendición. Con orgullo, atribuyo una parte crucial de mi identidad a esta diversidad genética y rica tradición. Mi segundo lenguaje es el español y me gusta escuchar la música salsa con su inconfundible ritmo africano. El nexo entre los nativos de la isla y los africanos es de importancia histórica. ¿Quién podría haber mirado al gran Roberto Clemente y no reconocer sus raíces afroamericanas? La famosa fortaleza de San Felipe del Morro fue construido por esclavos. Se piensa que, Juan Garrido, que tocó tierra en el 1508, fue la primera persona de ascendencia africana en llegar de forma voluntaria a la isla cuando llegó con Juan Ponce de León. Cabe señalar que el espiritismo practicado por mi abuela maternal fue sin duda influenciado por las tradiciones del otro lado del Atlántico. Al ojear las fotografías de mi infancia me puedo suponer que el gusto de mi madre para vestirse con ropas psicodélicas no se originó con los peregrinos de la Roca de Plymouth.
Los enlaces de la cultura africana en mi propio patrimonio enriquecen y mejoran mi conocimiento de las diferencias culturales en mi trabajo como representante federal. Enseño a mis hijos a apreciar este multiculturalismo. Después de todo, la Oficina del Censo de EE.UU. nos instruye que “Las personas que identifican su origen como hispano, latino o español pueden ser de cualquier raza.” Como nativo de Nueva York, celebro el crisol que da a nuestra nación su fuerza y perduración.
Acerca del autor: Elías Rodríguez es un funcionario bilingüe de información pública en la oficina regional 2 de la EPA. Antes de integrarse a la agencia, el “Nuyorican” orgulloso de sus orígenes, laboró en Time Inc. realizando investigaciones para revistas como TIME, LIFE, FORTUNE y PEOPLE. Se graduó de Hunter College, Baruch College, y el Instituto Teológico de la Asamblea de Iglesias Cristianas en la Ciudad de Nueva York.